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martes, 20 de octubre de 2009

Cuentos del Mundo Antiguo. - Reunión.

Aldea de Recentalos, dos meses antes

- Mi señor, ha llegado el gobernador - anunció revercenciosamente el guerrero de plata.

El dirigente despidió a su soldado con un gesto y se levantó de su asiento de oro y obsidiana para dirigirse hacia sus aposentos. No le gustaba tener que tratar con un ocupador como ese pero si quería mantener el orden en la ciudad tendría que seguir con esta falsa, de nada serviría rebelarse si no tenía pueblo que gobernar.

Se vestió con sus mejores ropajes, una túnica negra con finas líneas doradas que, más que ser un mero atuendo, amplificaría sus ya de por sí, asombrosos poderes. Usó uno de sus orbes para llamar a sus herramientas y comenzó a peinar su largo cabello azulado y aultimar los últimos detalles de su apariencia, tratar con un gobernador no era algo agradable, pero eso no impedía que, al menos, estuviese presentable.

Él era consciente de su belleza, todos lo eran. Sabía que era el más apuesto entre los suyos y, de no ser por su visión del mundo, viviría en alguna fortaleza, junto con otros Talosdian. Por ahora se resignaba a dirigir Recentalos, una ciudad muy fructífera y, lo que era más impresionante, aliada con la mayoría de las ciudades cercanas y cabecilla de la Religión del Gran Azul.

Tantheis ya le había comunicado que no podrían resistir durante demasiado tiempo sin una cantidad aceptable de utensilios ya que el Gran Azul era un dios caprichoso y requería mucha devoción si no querían acabar siendo unas ruinas de la civilización.

Todo sería más fácil si no tuviese que pagar tributos a esos bastardos, elegidos de ese dios. De enterarse sus súbditos de que esos humanos no eran dioses, se alzarían en rebelión y habría demasiados problemas...

Mientras cavilaba salió de su masión natural y se dirigió a la plaza central, allí podría recibir al gobernador y esperaba que sus nuevos juguetes fuesen de su agrado, tratar con esos bastardos no era para nada satisfactorio, pero mientras se quedasen en la mansión divitiéndose como inferiores que son, no tendría que hablar con él más de lo previsto.

- ¡Gobernador! ¡Qué agradable visita! - Dijo con su mejor sonrisa - Es un placer recibiros en nuestra ciudad. Los objetos que nos encargó ya están listos, mas debo insistir en que si nos hubiese dado más plazo tendría más e, incluso, puede que mejores y más poderosos artefactos.

Odiaba hablar humano, pero tenía suficiente práctica como para hablar sin acento.

- Olvidad vuestra adulaciones, elfo, no tengo tiempo que perder en este estercolero. El Gran Azul requiere esos artefactos y yo debo llevárselos. ¿Están listos mis aposentos?

Tragándose su orgullo, el elfo sonrió.

- Por supuesto, gran señor, los esclavos os llevarán hasta allí, espero que la nueva mercancñia sea de vuestro agrado, ¿cuánto tiempo os alojaréis?

- Partiré esta misma noche, ahora vete o te demostraré lo que este rifle puede hacerte.

El humano se dirigió hacia su alojamiento, pero se detuvo a medio camino.

- Dentro de dos semanas llegarán varios humanos extraños. Tratadlos como veáis oportuno y, tened cuidado, pues este lugar se volverá un infierno