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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Cuentos del bosque - El Poder.

Acércate joven. Sí tú, el que cree que lo conoce todo, el que afirma que no teme a nadie. Ven y te contaré una historia, una historia que habla de grandes héroes. Héroes y villanos. Guerreros antiguos que osaron desafiar a seres superiores. No creo que esa cara sea la adecuada... ¡Oh, ya veo! ¡No me crees! Maldito jovenzuelo, ven aquí que te enseñe cómo es el mundo.

Bien, ahora que te has sentado puedo empezar con mi relato.

Érase una vez, en un lugar muy cercano un muchacho. Un joven muy atractivo, debo añadir. Atractivo y poder, una combinación peligrosa para cualquiera, si no posee un corazón puro. Él lo poseía, por supuesto que lo hacía. Creo que en su aldea siempre lo recordarán como el mayor líder que han tenido nunca. Su poder en el combate era digno de alabanzas. Su liderazgo capaz de llevar a los hombres al mismo infierno si es con él. Y su atractivo dejaba de piedra a la más seca damisela. Pero eso no es lo importante. Él era el líder, el sol que iluminaba su aldea. Gracias a él habían avanzado mucho. Es más... pero te lo diré en voz baja, había conseguido que ese adorador del Agua hubiese pasado a un segundo plano.

Por supuesto que era religioso, todos lo eran, había pruebas suficientes para ello, pero no es lo importante de este relato... ¿o sí? No pongas esa cara, ahora viene lo interesante.

Un día, un fatídico día, su aldea fue atacada de nuevo. Avanzó en primera fila, junto con su guardia personal, un grupo de élite, debo añadir. Ellos, siete héroes, combatieron con valor, sin dejar de lado a su hogar. Triunfaron, por supuesto, ¡eran héroes! Pero en esta historia también existen villanos.

Él era un tipo apuesto y poderoso. Su bondad no era lo que inspiraba a sus soldados, sino que despreciaba tal actitud. Su fuerza era lo único necesario. Su decisión había sido firme: iba a destruir la aldea de Fuwa y no habría supervivientes que lo molestasen.

Sus primeras tropas habían caído presa de esos que decían ser héroes, pero no pasaría lo mismo con sus compañeros. Ellos habían viajado por todo el continente, destruyendo las aldeas pertinentes, no era necesario que ésta fuese una excepción.

Avanzó altivo desde el bosque, no le preocupaba lo que esos humanos pudieran hacerle, alzando su espada, miró a nuestro héroe. Fue una mirada llena de respeto, pues era un digno rival...

[El archivo está corrupto, no puede recuperarse]

¡Había vencido! El pueblo estaba eufórico, había derrotado a ese enemigo tan atroz, el general de las criaturas que llevaban años atacando la aldea. Pero no lo mató, no pudo hacerlo, ese maldito cobarde había desaparecido antes de que le asestasen el golpe final. La batalla fue terrible. Nuestro héroe no podía pensar con claridad, debía atrapar a quien había asesinado a sus amigos usando ese terrible poder. Debía perseguirlo.

El elfo se aventuró por el bosque, estaba herido de muerte, pero sabía que su fracaso le acarrearía un castigo peor que la muerte. Aunando las pocas fuerzas que le quedaban, se transportó hacia unas ruinas, unas ruinas que él mismo creó, allí podría recuperarse...

¿Y nuestro héroe? Embriagado por la furia se internó en el bosque, no lo pensó demasiado, debía atraparlo y vengarse. Nadie sabe qué sucedió con él pero esa fue la última vez que se le vio.

¡No bosteces! Es de mala educación. Ains, ¿qué voy a hacer contigo? La historia está apunto de acabar, no te impacientes. Ahora terminaré...

Pasaron los años, no menos de cien, sí has oído bien. La aldea había vuelto a su anterior gobierno teocrático y el sacerdote, más bien su descendiente, había tomado el poder en la aldea. El dios Agua había protegido la aldea, pero la población había perdido la vida que tenían un siglo atrás. Desde la desaparición de su héroe una gran estatua lo inmortalizó, en el centro de la plaza y otra en la entrada. Junto a estas dos estatuas se encontraban otras más pequeñas en la plaza y unas piedras fuera, que recordaban a sus heroícos compañeros, algo que mantenía viva la memoria de nuestro héroe en su hogar.

Una noche llegó un viajero, surgió del bosque y se dirigió con paso firme a la aldea. Las lágrimas cubrían su rostro y no podía caminar bien. Estaba demasiado emocionado. Había vuelto... por fil había vuelto. Se acercó a la estatua que se encontraba al inicio de la aldea y lloró desconsoladamente al ver el monumento en memoria de sus amigos. No había podido vengarles, pero ahora poseía el conocimiento para salvar a la aldea. Estos cinco años habían sido suficientes para ello.

Caminó hacia la puerta y pronunció el hechizo que le permitiría entrar de nuevo en su casa.

Su regreso fue celebrado por todo el pueblo como una señal de que su dios los había bendecido. nuestro héroe no había cambiado, salvo por su pelo, que era totalmente blanco, como si fuese un anciano. Condujo a la aldea a su época de mayor prosperidad gracias a sus conocimientos adquiridos. Dio planos para mejorar las construcciones, pergaminos para la magia y desarrolló distintas disciplinas. Todo estuvo archivado en los documentos sagrados mucho tiempo después de su muerte, unas horas después de su llegada.

Dicen que el lago donde descansó su cadáver se pudo reunir con sus antiguos compañeros, pero, ¿qué sabré yo? ¡Solo soy un viejo loco! Ja, ja, ja..

[ Fin del archivo ]

+ + + + Añadido + + + +

Realmente ese anciano conocía este mundo. Me sorprendió que conociese unos datos que habían sido descubiertos solo dos días antes de esa reunión. Lamentablemente se marchó poco después y no pude localizarlo de nuevo. Seguiré investigando, mi señor, pero no sé si lograré encontrarlo.

Atte.: Asroth.

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